Un modelo educacional obsoleto y una comunidad tensionada por las modificaciones de los últimos años: Carrera docente, categorización por calidad de los establecimientos, desmunicipalización y cambios curriculares, requieren un acompañamiento externo idóneo.
Roberto Hojman ha pasado gran parte de su vida mirando al cielo y las estrellas. De formación Doctor en Física, con estudios en Trieste, Italia, Roberto dedicó muchos años a investigar la física y matemáticas de las galaxias, basándose en la Teoría de la Relatividad General de
Einstein.
De alguna forma, las estrellas lo condujeron a la vida académica y de divulgación científica, con una trayectoria que comenzó el año 1972 en las aulas universitarias y con charlas de divulgación del tema astronómico, que le pedían desde jardines infantiles a hogares de ancianos. “No sé hacer otra cosa que no sea educación”, apunta Roberto. Y complementa:
“Todos los modelos matemáticos que se usan en relatividad, si los tuerces un poco, se pueden transformar en modelos de aprendizaje. Es posible modelar el aprendizaje, a los estudiantes, las evaluaciones, para que sean estudiables desde lo conceptual y analizar cómo se traducen
en posibles intervenciones y mejoras”.
En algún momento, Hojman asumió la dirección de tres museos que estaban en la Quinta Normal. El Museo de Ciencia y Tecnología, el Museo Infantil y el Museo Ferroviario se convirtieron en un aliciente para pensar la interacción de la ciencia con los públicos generales.
Desde ahí derivó en la construcción de equipamiento científico para niños y jóvenes con un museo itinerante para Integra.
Luego, la veta editorial la desarrolló en Mineduc, primero como encargado del área de ciencia, tecnología y matemáticas, lo que lo llevó a convertirse en autor de textos escolares de matemáticas para todos los niveles. También estuvo a cargo de programas de Conicyt, como el
Programa Bicentenario de Ciencia y Tecnología, donde dirigió el programa de Centros de Excelencia, donde crearon junto a Corfo los consorcios científicos tecnológicos a nivel de las distintas industrias del país.
Hace un par de años, Alonso Morgado – Director Nacional del Preuniversitario Pedro de Valdivia – lo invitó a analizar cómo podrían cooperar con los “Liceos Bicentenario”. La tarea no era fácil, pues en ese tiempo ni siquiera era fácil rastrear cuáles eran los 60 liceos bicentenario y sus desempeños en la PSU eran muy dispares. “Había algunos que tenían en torno a 450 puntos en la PSU de Lenguaje y Matemáticas y otros que promediaban 650, y también había de todo entre medio”, explica. Además, al estudiar el desempeño de esos liceos, se dieron cuenta de que no había una estrategia común para ellos, pues sólo dos cumplían con lo que establecía la ley como requisito: Estar en el 5% superior de los resultados promedio de la PSU y en el 10% del Simce. “Nos dimos cuenta de que necesitaban estrategias diferentes para cada uno. Entonces, al comenzar a fundar dentro del Holding Pedro de Valdivia un área que se llamaba Departamento de Apoyo a la Educación Formal (DAEF) la idea se abrió a un campo más amplio que implicaba preocuparse de toda la educación escolar, detectando dónde estaban los dolores de los distintos niveles y estamentos del sistema escolar.
De estos hallazgos iniciales, junto con el diagnóstico claro que tiene Roberto, de que el sistema educativo tal como está pensado hoy, no responde a las necesidades del futuro (ni a las del presente), emerge Alianza PDV, reemplazando al Departamento de Apoyo a la Educación
Formal, con la visión de ser un partner estratégico en la mejoría de la calidad de la educación escolar en Chile.
En este contexto, conversamos con Roberto Hojman sobre su diagnóstico y visión de la educación escolar en nuestro país en la actualidad. A continuación recogemos sus ideas. La sociedad en la que estamos viviendo ha experimentado bruscos y frecuentes cambios durante los últimos 30 años, cada vez con mayor velocidad. Causas y efectos de ello son – entre otros – la masificación de internet a partir del año 90 cuando sólo 2,5 millones de personas tenían acceso, mientras que hoy es accesible para la mitad del planeta; la aparición del Smartphone en 2007 (hay más smartphones que personas en el mundo); los avances en 2012 de las redes neuronales artificiales que han permitido grandes avances en inteligencia artificial. Todo ello ha impactado de manera sustantiva prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida.
Pareciera que una de las pocas cosas que se resiste a estos cambios vertiginosos es la educación. Seguimos siendo educados en un modelo creado hace 200 años para servir a la revolución industrial. Pero la educación apropiada para la sociedad industrial del siglo 19, ya
no sirve para educar en la sociedad del conocimiento, de la tecnología, de la robótica.
Perseveramos en los mismos patrones, cuando toda ha cambiado. Es necesario hacerse cargo de esta realidad y, hacerlo con sentido de urgencia. Quien no se suba a este acelerado carro de las tecnologías exponenciales está destinado a quedar en la retaguardia. Y esto toca fuertemente a la educación. Lo que vemos hoy en el país: estudiantes indignados, profesores insatisfechos, familias en incertidumbre por el futuro de sus hijos, es una expresión de que el país no está reaccionando a tiempo. Nos preocupa la desconexión que vemos entre el curriculum y lo que pasa en el entorno. Hay que hacer cambios curriculares y metodológicos fuertes; es necesario modificar la formación inicial de profesores; se requiere transformar los procesos de evaluación de estudiantes.
En la actualidad hay al menos cuatro factores o elementos novedosos que producen incertidumbre en la comunidad escolar. La categorización de desempeño de los colegios a través de la medición que hace la Agencia de la Calidad de la Educación; la Carrera Docente
que deben transitar los profesores; el proceso de desmunicipalización que se traducen en el traspaso al 2025 a los servicios locales de educación pública (SLEP) y los ajustes curriculares en que comienzan a aparecer las habilidades del siglo 21, que están embebidos en los métodos de aprendizaje basado en proyectos.
Todos estos desafíos son los que toma el grupo Pedro de Valdivia con la creación de Alianza PDV, entendiendo – por una parte – el panorama global y, por otra, actuando localmente apoyando los procesos de transformación. En Alianza PDV hemos diseñado programas de
asesoramiento y acompañamiento a los colegios, con miras a mejorar sus indicadores de calidad de la educación y el desempeño docente. Para ello, apoyamos a profesores y cuerpos directivos, y a través de ellos a los estudiantes, en el desarrollo de habilidades vitales para el
siglo 21: pensamiento crítico, trabajo colaborativo, creatividad y comunicación.
Estas habilidades son cada vez más valiosas, porque los contenidos están ahora a un click de distancia. La brecha de conocimientos se acorta cuando podemos Googlear. Por eso, las diferencias más importantes se producen al enfrentar con estas habilidades problemas nuevos, que son cada vez más frecuentes por los avances acelerados de la sociedad de hoy.
Hoy, la disciplina evoluciona con un propósito, mientras que antes era conocimiento por conocimiento. Hoy hay una orientación por cambios, sociales y cambios metodológicos también. Por eso es importante agregar valor en cada clase. El desafío que tenemos todos en
educación es una cosa que realmente nos va a costar superar y necesitamos ayudas externas.
Resulta imperativo entonces alinearse con los desafíos a los que nos enfrentamos, especialmente dotando a los jóvenes con las herramientas requeridas para desempeñarse como ciudadanos íntegros en los tiempos que les tocará vivir.
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