Estrategias para tiempos de educación a distancia:
El rol consciente de los adultos para regular el uso de pantallas
“Cuando los niños son más grandes, las tecnologías tienen cosas buenas, pero no es para todos”, señala Soledad Garcés, directora de la Fundación para la Convivencia Digital. La clave para una exposición saludable a las tecnologías- explica la profesora y máster en e-learning- es tener la voluntad del adulto a cargo de dirigir el trabajo y transformarlo en una experiencia real y significativa de aprendizaje.
“Se dice EME, se pronuncia mmm..” repite Leonor (6) frente a la pantalla del computador que muestra a sus compañeros de curso y profesora mientras se realiza una actividad de lenguaje. Al terminar, Leonor apaga el computador. Es hora de almorzar. Tras comer, sus padres deben seguir teletrabajando, por lo que ella, gran parte de la tarde se la pasa “telejugando”.
Mientras, Cristián (17), en otra casa, está en clases de historia. No prende la cámara porque pocos compañeros lo hacen, aunque el profesor trata de entusiasmar la participación. La clase transcurre en paralelo al chat de whatsapp del curso y termina con la seguidilla de micrófonos abiertos- brevemente- para decir “chao profe, gracias”. Después de la clase es hora de Among Us u otro juego en línea de moda.
Ambas experiencias son distintas porque están en diferentes ciclos vitales de desarrollo, pero hablan de lo mismo: desde 2020 los estudiantes en diversos hogares del país han tenido que adaptarse a la educación a distancia producto de la pandemia. Sumado a la exposición a dispositivos como televisores, celulares y otros, nuestros niños y niñas están frente a pantallas gran parte del día.
¿Es mala la tecnología para el aprendizaje? Como todo en la vida, entre el negro y el blanco, hay un amplio abanico de grises que hay que definir para evaluar esta pregunta. Según Soledad Garcés, profesora y directora de la Fundación para la Convivencia Digital, la tecnología tiende a ser menos provechosa en edades más tempranas. “Cuando eres niño son pocas las oportunidades que te entrega la tecnología por sí sola. Tu cerebro es muy inmaduro, está predeterminado para aprender a través del contacto con otras personas, y de experiencias sensoriales muy apegadas a las emociones. La pantalla les reduce la experiencia del aprendizaje a dos sentidos: vista y oído. Eso sería todo, es muy pobre (…). En la medida que el niño va creciendo, el adolescente toma distancia de la familia para hacerse parte de grupos sociales de su edad, tiene más autonomía y va adquiriendo más madurez y autorregulación, las tecnologías le permiten comunicarse, vincularse y aprender. No tienen nada de malo en la medida que lo hagas bien y de manera consciente”, explica Soledad.
Hacerlo bien
El estar en casa con las exigencias de una educación a distancia y las propias del trabajo, deja poco espacio para la reflexión y la revisión de hábitos de los estudiantes- y de nosotros mismos- sin embargo, es necesario determinar cómo puedo mejorar la experiencia de aprendizaje y colaborar con su desarrollo saludable, en las circunstancias en las que hoy nos encontramos. “Es muy importante que los padres sean conscientes de que el aprendizaje que adquieren a través de pantallas tenga un correlato en la realidad”, puntualiza. Si un niño, por ejemplo, aprende a través de una aplicación a sumar, es importante que en casa practiquemos con experiencias significativas, como contar las manzanas que hay en la casa, y jugar con ellas de manera sensorial, con un trabajo dirigido del adulto que le acompaña. “Si el uso de esas pantallas es mediado por un adulto, con películas que sean un aporte, que lleven a la conversación o con aplicaciones para aprender cosas puntuales, me parece que el aporte existe, pero siempre es menos que aprender en la realidad”, dice la experta.
Para los adolescentes, la clase debe estar dirigida al trabajo colaborativo. Soledad explica que “un cerebro adolescente aprende mucho más siendo parte de un grupo social, que solo, realizando actividades en las que todos tengan un rol con objetivos medibles”. El rol de los padres en este caso es acompañar y estar conscientes de lo que el exceso de pantallas puede producir. “Saber que la luz de las pantallas inhibe la hormona melatonina a cargo de inducir el sueño, por lo tanto, se acelera el insomnio, se pueden producir trastornos del sueño, alterar el crecimiento, desregular las emociones, y experimentar dificultades de aprendizajes. Un montón de cosas no se hacen bien”. Los adolescentes también deben aprender estas consecuencias para hacerse conscientes y elegir en libertad para ser felices.
Qué priorizar como papás y profesores
Soledad Garcés propone a los padres y cuidadores actividades placenteras que son libres de pantalla. “El deporte, cocinar, juegos de mesa… incluso déjalos que se aburran en su pieza, eso también es muy sano. La pantalla no puede seguir siendo remedio del aburrimiento y la ansiedad, es una terapia que sale muy cara a la larga”.
Para los profesores de adolescentes, es importante priorizar los trabajos grupales, experiencias entretenidas y en contextos. “Para que sean más atractivas, y emocionalmente más fáciles de digerir”, finaliza.
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