El experto enfatiza que en Chile debe darse una mayor relevancia a la salud mental de los alumnos, especialmente en un contexto de pandemia que favorece la posibilidad de sufrir ansiedad u otras patologías.
El bienestar y la salud mental son algunas de las grandes consecuencias de esta pandemia. De hecho, un estudio del Centro de Investigación Avanzada (CIAE) de la Universidad de Chile realizado el 2020, arrojó que 1 de cada 5 niños y niñas presentan síntomas de depresión o ansiedad.
El confinamiento absoluto, el uso excesivo de pantallas y la incapacidad de asistir a los establecimientos educacionales, son algunos antecedentes que están afectando el bienestar emocional de los jóvenes. Desde la llegada de las cuarentenas, se ha vuelto recurrente los vaivenes de emociones o frustraciones al momento de tener algún problema. De hecho, la consultora internacional Ipsos, en su reciente informe “Un Año de Covid-19”, para el Foro Económico Mundial, estableció que Chile es el segundo país del mundo con la salud mental más deteriorada desde el inicio de la pandemia.
Frente a esto, surgió la pregunta sobre si es necesario el bienestar emocional para que exista aprendizaje. Santiago Valenzuela, psicólogo educacional del Preuniversitario Pedro de Valdivia (PDV), considera que esta necesidad debe ser cubierta de forma urgente para que haya un desarrollo adecuado en la enseñanza de los estudiantes. “A nivel psicológico las emociones alteran nuestra atención, guiando incluso nuestras conductas. Es por ello que podemos asumir que efectivamente las emociones pueden alterar positiva o negativamente nuestras funciones y operaciones cognitivas y, por ende, el aprendizaje. En cambio, las expresiones positivas pueden generar una mayor apertura a la enseñanza”, señala el experto.
Valenzuela, además explica que en la medida que los jóvenes poseen distractores internos con fuerte carga emocional como, por ejemplo, preocupaciones, miedo o alguna tristeza, les costará activar sus funciones cognitivas frente al estudio. “Generalmente estas emociones intensas, como la pena, el miedo y la rabia, nos pueden desviar la atención, e inclusive bloquear nuestros procesos cognitivos necesarios para aprender. Se deben generar acciones en pro del bienestar emocional para identificar esas emociones que nos pueden interferir en el aprendizaje”, sostiene.
Por otra parte, también existen emociones que son aliadas al estudio, necesarias de reforzar en estos tiempos. La alegría, la curiosidad y el optimismo pueden ser emociones que impulsen el aprendizaje. “Cuando estamos contentos, nuestro cuerpo se siente más ágil, rápido, y creativo. Es importante reconocer las emociones negativas, para que se puedan generar acciones que permitan el aprendizaje de las mismas y canalizarlas constructivamente”, aclara Valenzuela.
¿Qué tan importante es implementar esta cultura en las comunidades educativas?
Valenzuela explica que el aprendizaje socioemocional hace alusión a una adquisición de competencias sociales y emocionales, relacionadas con las habilidades para reconocer y manejar emociones. “Se refiere a la capacidad de desarrollar el cuidado y la preocupación por otros, tomar decisiones responsables, establecer relaciones positivas y enfrentar situaciones desafiantes de manera efectiva”.
En su opinión, el modelo educativo no se ha centrado en la educación socioemocional. “A pesar de que ha avanzado, aún queda mucho por darle mayor valoración a una cultura de aprendizaje de nuestras emociones. En la medida que se potencie la educación socioemocional, tendremos la capacidad de aprender más y mejor. A mayor educación socioemocional, mayor es el aprendizaje,” señala el experto.
Enfatiza en que las autoridades deben dar mayor importancia a la salud mental de los alumnos y docentes en un contexto de pandemia que favorece la posibilidad de sufrir ansiedad. La falta de educación emocional se traduce en dificultades de las personas para lidiar con las frustraciones, y poca reflexión acerca de las acciones. “Hay mucha impulsividad y poca reflexividad sobre lo que sentimos como también de nuestras posibilidades de acción frente a lo que nos pasa”, sostiene.
Además, el experto derriba el mito de que el aprendizaje socioemocional es para aquellos alumnos con problemas de conducta. “Este aprendizaje es una parte integral de la educación y el desarrollo humano. Para todas y todos los estudiantes”. Así mismo Valenzuela comparte tres guías prácticas para promover el bienestar emocional.
Primero, profundizar las relaciones humanas. “Es importante compartir lo que nos pasa, hablarlo con cercanos y explayar sobre nuestras emociones para así reconocerlas y evitar que en un futuro tengamos problemas para relacionarnos”. En segundo lugar, la capacidad de apoyar a los y las estudiantes. “Es muy importante, pues ayuda a generar las condiciones para que ocurra otro tipo de aprendizaje, no sólo el académico”. Por último, la reflexión para un mayor control emocional.
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