Ansiedad, depresión, hiperactividad y conductas agresivas son algunos de los cuadros que agobian a los preescolares, según un reciente estudio en 24 países.
En un país en que alrededor de uno de cada cinco adultos ha sufrido algún problema de salud mental, no es extraño que sus niños corran un pronóstico similar. Así es como trastornos tales como estrés, ansiedad y depresión han aumentado no solo entre escolares y adolescentes, sino también en la población menor de seis años.
“Es un tema que está en aumento; cada vez es más frecuente que lleguen a la consulta niños en edad preescolar”, lamenta la doctora Ana María Briceño, psiquiatra infanto-juvenil de la Clínica Alemana.
Las cifras respaldan esta impresión: en una investigación en la que participaron 24 países, Chile lidera los problemas de salud mental entre los niños de esta edad en el planeta.
“La prevalencia de trastornos como ansiedad, depresión y conductas agresivas en muchos casos duplica a la que se observa a nivel global y puede llegar hasta al 20% o 25%”, explica Felipe Lecannier, psicólogo experto en infancia e investigador de la U. de Santiago.
El profesional participó en el estudio que incluyó a países europeos, asiáticos, americanos y de Oceanía, y que está considerado como el más grande en salud mental en niños hasta seis años.
En la investigación -con datos de más de 19 mil niños preescolares, entre ellos 400 chilenos-, se observó que mientras la prevalencia de problemas externalizantes -como déficit atencional, hiperactividad o agresividad- a nivel general llega a cerca del 15%, en el país afecta hasta el 25% de los niños.
En tanto, los llamados problemas internalizantes -como ansiedad y depresión- afectan a alrededor del 12 a 16% de los menores chilenos, mientras que a nivel global el porcentaje no supera el 5%, según cuenta Lecannier.
“Esto es grave; la gente no siempre se percata de los problemas internalizantes, y los estudios muestran que tienen un peor pronóstico, en parte porque son difíciles de detectar”, dice el especialista.
Aunque el fenómeno es transversal, según el análisis, afecta sobre todo a niños de estratos socioeconómicos altos y bajos. Entre los niños del sector medio, la prevalencia es menor porque tendrían más redes de apoyo.
“Una explicación es que los problemas de salud mental son expresión de altos niveles de estrés, y en estos grupos de la población se presentan por diferentes causas y ambientes”.
Entre las posibles explicaciones, la salud mental de los adultos es un factor determinante. En Chile, la prevalencia de trastornos mentales en la población adulta es del 22,6%, más alto que el promedio mundial. Asimismo, según datos de la Superintendencia de Seguridad Social, más de un tercio de las licencias médicas se relacionan con trastornos del ánimo o emocionales
“Si bien en pocos casos hay un factor genético, hay una transgeneracionalidad, en la que se traspasan a través de la conducta problemas como ansiedad o depresión”, explica la doctora Mónica Kimelman, psiquiatra infantil del Hospital Barros Luco y directora del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Sur de la Facultad de Medicina de la U. de Chile.
El vínculo entre padres e hijos también tiene un impacto en la salud mental de estos últimos. Un estudio realizado por Kimelman y Lecannier, con niños de dos años, mostró que entre el 9% y 11% de los menores presentaban un apego desorganizado, ambivalente o evitativo. “Estos tres tipos de apego se correlacionan con trastornos de salud mental y psicopatología, desde la infancia a la edad adulta”, precisa la psiquiatra.
La violencia al interior del hogar -el 71% de los niños chilenos ha sufrido algún tipo de violencia, según datos de Unicef- tiene su impacto en la salud mental infantil, al igual que la sobreexigencia en la crianza.
“Sobre todo en consulta privada, por lo menos un tercio de quienes acuden lo hacen porque fracasaron en exámenes de ingreso a los colegios -dice la doctora Briceño-. Muchas veces, esta es la primera alerta que tienen los papás de que algo está pasando”.
La doctora Kimelman concuerda en que no es infrecuente que los padres no sospechen que hay un trastorno o que consulten tardíamente. “Hay un aumento de consultas de pequeños por conductas disruptivas; niños que no duermen bien, que no quieren comer o que les cuesta disciplinarlos”.
Situaciones que pueden ser consideradas normales, pero que se vuelven más intensas y problemáticas, como una pataleta, también deben generar sospechas, agrega Briceño, quien advierte sobre otro factor al que muchas veces los padres no le ponen atención: las nuevas tecnologías.
“Nos toca ver niños pequeños que pasan varias horas al día frente a una pantalla, y se sabe que ese tiempo no favorece su desarrollo mental. Lo que necesitan es la mayor interacción y estímulo posible; por eso se recomienda evitar pantallas antes de los dos años y reducir al mínimo su uso antes de los cinco años”.
Fuente: El Mercurio, 15/08/2018.17
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